miércoles, septiembre 06, 2006

Primer acto de magia…

Este recorrido de apenas algunos kilómetros, me hizo pensar en la grandeza inmensa de la montaña, si acaso se dibujaba a lo lejos, ahora recorrida y tan abrazable a cada instante, las premoniciones eran solo efímeras burlas de la razón. Al cabo, en carne propia se siente el misterio, con el cantar de los pájaros, el frío de la mañana, los múltiples olores de la tierra, el fresco tiritar de la hierba al encanto de los vientos, cuando el roce frugal del rocío quebranta los distantes recorridos, milimétricos y sutiles, chorreantes y distintos… el vuelo mágico de los insectos, y todo se encierra en un cuadro de inagotable movimiento; los pasos sensibles de la niebla, con su manto encantador, el cual se vive en distinta dimensión, imágenes del cuento. La misma historia que canta entre nubes las diversas formas que arrebata la cordura indistinta del juego, la diversa memoria de figuras, la canción armónica de la natura. Me siento a mi mismo, agradecido, feliz de compartir, cada paso, cada respiro, suspiro, de este viaje, de esta vida… ¡ay montaña!

Este incierto, esta duda fraguada de sueños, este encantador silencio, lleno de ruido, de plántulas y enredaderas, de arbustos, madreselva, orégano y menta, hinojo reservado, acuyo y hierba mora; colores diferentes, verdes, moradas, amarillas, de hojas lanceoladas y filiformes, árboles inmersos de humedad y universos, potencias y potencias de trivialidades, bosque, lleno de fábulas y duendes que viven en las hayas y encinos gruesos, hadas mágicas espiando mi atrevida incursión, a este, su pequeño mundo; cuando acabo de dar un paso me interrumpe cada vez más el asombro, el sentimiento de cuan acompañado estoy de este canto… ¡ay deseo!

Vuelvo los ojos a la pequeña fracción de lo que soy, en perspectiva, a todo este entorno; me descubro, ahí, tan indefenso de mi mismo, de la febril introspectiva, casual de mis acciones, a la despejada correlación de mis adentros, y me siento tan pequeño y tan inmenso, amoroso, mágico, sencillo, como yo mismo, ya sin penas, ya sin momento, sin tiempo, vivo… ¡ay vida!

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