miércoles, septiembre 06, 2006

El necio

[cancion de Silvio Rodriguez, para estos momentos de revolución]

Para no hacer de mi ícono pedazos
para salvarme entre únicos e impares
para cederme un lugar en su parnaso
para darme un rinconcito en sus altares

Me vienen a convidar a arrepentirme
me vienen a convidar a que no pierda
me vienen a convidar a indefinirme
me vienen a convidar a tanta mierda

Yo no sé lo que es el destino
caminando fui lo que fui
allá Dios que será divino
yo me muero como viví

Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del unido,
yo quiero rezar a fondo un "hijonuestro".

Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
más yo seguiré soñando travesuras
(acaso multiplicar panes y peces).

Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino:
Yo me muero como viví.

Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la revolución se venga abajo
que machacarán mis manos y mi boca
que me arrancarán los ojos y el badajo

Será que la necedad parió conmigo
la necedad de lo que hoy resulta necio
la necedad de asumir al enemigo
la necedad de vivir sin tener precio

Yo no sé lo que es el destino
caminando fui lo que fui
allá Dios que será divino
yo me muero como viví

Primer acto de magia…

Este recorrido de apenas algunos kilómetros, me hizo pensar en la grandeza inmensa de la montaña, si acaso se dibujaba a lo lejos, ahora recorrida y tan abrazable a cada instante, las premoniciones eran solo efímeras burlas de la razón. Al cabo, en carne propia se siente el misterio, con el cantar de los pájaros, el frío de la mañana, los múltiples olores de la tierra, el fresco tiritar de la hierba al encanto de los vientos, cuando el roce frugal del rocío quebranta los distantes recorridos, milimétricos y sutiles, chorreantes y distintos… el vuelo mágico de los insectos, y todo se encierra en un cuadro de inagotable movimiento; los pasos sensibles de la niebla, con su manto encantador, el cual se vive en distinta dimensión, imágenes del cuento. La misma historia que canta entre nubes las diversas formas que arrebata la cordura indistinta del juego, la diversa memoria de figuras, la canción armónica de la natura. Me siento a mi mismo, agradecido, feliz de compartir, cada paso, cada respiro, suspiro, de este viaje, de esta vida… ¡ay montaña!

Este incierto, esta duda fraguada de sueños, este encantador silencio, lleno de ruido, de plántulas y enredaderas, de arbustos, madreselva, orégano y menta, hinojo reservado, acuyo y hierba mora; colores diferentes, verdes, moradas, amarillas, de hojas lanceoladas y filiformes, árboles inmersos de humedad y universos, potencias y potencias de trivialidades, bosque, lleno de fábulas y duendes que viven en las hayas y encinos gruesos, hadas mágicas espiando mi atrevida incursión, a este, su pequeño mundo; cuando acabo de dar un paso me interrumpe cada vez más el asombro, el sentimiento de cuan acompañado estoy de este canto… ¡ay deseo!

Vuelvo los ojos a la pequeña fracción de lo que soy, en perspectiva, a todo este entorno; me descubro, ahí, tan indefenso de mi mismo, de la febril introspectiva, casual de mis acciones, a la despejada correlación de mis adentros, y me siento tan pequeño y tan inmenso, amoroso, mágico, sencillo, como yo mismo, ya sin penas, ya sin momento, sin tiempo, vivo… ¡ay vida!

martes, septiembre 05, 2006

Ursus major

Te perdí cuando dejé de mirar el cielo, ya no quedaba más de esa constelación de millones de años, dejé de abrazar mi almohada de sencillas promesas, cuando escribí en tu cuerpo “nunca me dejes” y tu respondiste con un beso inextinguible en el fuego “sabes que te voy a amar siempre”; en calma resolví mimarte, cada centímetro de lo que tu eras y desee mas que nada ser inmortal contigo… como un sueño. Miles de pasos, miles de personas en ese preciso instante desearon la eternidad para nosotros, sin conocernos, sin saber siquiera cual era el fondo de las cosas, cual era la intención salvaje de nosotros estando juntos.

Dejé de sentirte cuando la duda invadió nuestros encuentros cada vez mas triviales y pertinaces, como si las uniones hicieran fraguar el mismo deseo de estar en nosotros, sin consultar al destino nos fuimos perdiendo del amor, del todo, en ese célico, abrumador camino. Plasmados ahí, en ese gélido disturbio matemático e infinito, quedamos guardados, señalando a los marinos la ruta del destino.

Estoy a medias bien. Estoy a medias siempre desde la partida. Del cinturón de Orión hasta las dormidas Pléyades; he resuelto a descubrir tu aroma, la exacta definición del movimiento de tu alma, la determinante rúa láctea me deslumbra y no estoy completo. Me descifro dormido a la mitad de mí, a la media sombra de mi cuerpo, en la varada epifanía cinética del espiral.

El ojo del huracán me avienta a descubrir miles de formas de la tranquila estadía de los signos, cuando avante desmorona las bondades de la vida, excelsas y desfigurantes, grotescas misivas de la intensa imagen, cuando acabo de nadar en ese paraíso conmensurable de los recuerdos.

No he sido completo cuando he tratado de buscar tu amor. Se clava en mi tu recuerdo y pienso en Coatepec, el cosmos del fin, cuanto te busque entre las calles adoquinadas de estrellas a las ocho y media de la noche; me di cuenta cuan estelar es este pequeño amor inmedible e irremediable, absurdo y total, tal vez infinito como nuestro universo… eso pasó… fue.

de vuelta a la normalidad

Todo vuelve a ser normal si sentimos la necedad de existir sin sangre, sin voz, sin letras con que resumir la alborotada piel del deseo… si llegamos a ser luz, dejamos de quebrantar la desidia de ser irresponsables del alba, llegamos a ser polvo níveo de algún cuerpo celestial olvidado. Seremos algún día, caminantes equívocos, pasajeros con destinos diversos, arrancados de una historia diferente. Cuando el caso sea, se ejemplificará la testarudez de ser simple, de estar a diestra y siniestra regalándose a si mismo, como un hombre franco tirado a media carretera, sin prisa y sin dientes con que devorar el pastel ingenuo de la facilidad. Todo es normal, todos se fijan aquí en tu corazón justificando heridas que siguen sin sanar, embrujos y maleficios, engañando al comensal. Elixir de amor, regado en las faldas de la concupiscencia, adiestrado valor de nobles, serpentinos regodetos y caminos infiltrados, de carmín y estilo, manos empacadas en guantes de tul y franela, fríos días de un invierno engañoso a mediados de la canícula, seremos nosotros mismos cuando todo esto pase como un sifón vertiendo partículas infinitesimales de soda en un vaso de vodka corriente. Invitaciones al desden y a las sombras, cuando el pensante sentimiento se queda sin motivos, desnudo sin la boca de opinión, sin fondo tenue, sin arrepentimiento, sin lozanía de perdón, vivo. Existencial y frío te observarás dentro de una caja de cristal, sistemático y frugal, hambriento de respuestas y verdad, necesitado, al fin; y sin terminar degradará la calidad humana que te hace ser tu mismo. Y sientes morir sin motivo, sin tener la capacidad etérea que te hace existir sin motivo… eres polvo, como ese polvo sin eternidad, pasajero. Te dejas caer hacia el viento irreal que te arrastra a una corriente sin fin y sin cielo. Terreno. Mineral, acabas por ser aplastante y sólido, inmóvil, pétreo, inconmensurable, febril por sueños que no vuelven, por ideas que no emergen, por sentidos que se han destilado en sequedad, en tu destino.

Volar, no ha sido siempre un buen sueño cuando no eres más allá que firme, más allá de ti. Más allá de donde tú no conoces, infinito. Deseo efímero que termina por saberse inútil. ¿Quien da más por un pesimista que termina por esperanzarse en las determinantes sombras de lo que puede ser?

No se puede comprar el amor

¿Se cansa la emoción, y muere lo que fue?

tantos sueños que no fueron más allá…

Pensándote, quiero ahora, necesitar las pérfidas chocomileras del abismo

para hacerte mil esencias del licuado del amor, así como el embrujo,

así como la savia dejada del nopal, así como el hongo tirado al excusado,

un churro en la basura, una grapa derramada en las fresas de la fiesta,

miles de cervezas mezcladas con limón, miles de Marlboro mojados

por esa lluvia que nos dejo rebosantes de nada.

Existenciales, dejados, abandonados del amor.

¿Qué es el amor? Sino más que transacciones de New York.

Amor con dineros, amor con sólido material de los buenos, los que tienen,

comodidad en los Hamptons, desidia de Paris con aguaceros;

quedarse y dejarse en la minuta de un hotel de negocios,

ahorcarse en la sabana de seda sin destino, sin perfectitud,

sin deseo de hacer el amor. Solo una palabra distinta del ser,

sin ser; una copa de lomo a lomo en las tibieridades

oscuras y frías de la habana nocturna, sin olas y sin mar.

Sacudida pétrea del fantasma del sentido. Agazapada

sensual de los destinos. Nos encontramos.

Fuimos libres de hacer el amor a nuestro antojo

y te amé con errores, con disturbios de la política en turno,

con sabor a café cordobés… que más quiero si no amarte.

Todo pasa; todo ha quedado armado en singular monotonía.

Todo se degrada para ser sin ser. Todo se ha vuelto una locura

desgajada, descarnada de locura. Unos sones suenan a lo lejos.

¿Será tu vida? ¿Será mi vida? ¿Serán las oscuras golondrinas que vuelan

dispersas a la cálida venida del verano?